Quizá muy pocos saben que Pablo Neruda se inspiró en Córdoba para escribir algunos de sus versos en forma de odas.
Durante la década de los 50, el poeta chileno Pablo Neruda vivió en un pequeño pueblo de Córdoba.
Aunque su intención original fue la de pasar unos días de vacaciones, el escritor adoptó el lugar durante años como fuente de inspiración.
El lugar elegido fue Villa del Total, una localidad ubicada a 85 kilómetros del centro de la provincia.
Ahí escribió un total de ocho odas que llevan por nombre:
«Oda a la mariposa”
“Oda a las tormentas de Córdoba”
“Oda al nacimiento de un ciervo”
“Oda al algarrobo muerto”
“Oda al albañil tranquilo”
“Oda a un cine de pueblo”
“Oda a la pantera negra”
“Oda con nostalgias de Chile”
“Oda a un cine de pueblo”
Recordamos la huella que Neruda dejó en nuestra tierra al describir el apasionado comportamiento de las tormentas.
«Oda a las tormentas de Córdoba”
El pleno mediodía
refulgente
es una
espada de oro,
de pronto
cae el trueno
como una piedra
sobre un tambor de cuero rojo,
se raja el aire
como una bandera,
se agujerea el cielo
y toda su agua verde
se desploma
sobre la tierra
tierra tierra
tachonada
por las ganaderías.
Ruidosa es la aventura
del agua desbocada
en las alturas:
parece que corrieran
caballos en el cielo
caen montañas blancas
caen sillas, sillones
y entonces
las centellas
arden, huyen, estallan,
el campo tiembla a cada
latigazo celeste
el rayo
quema
solitarios
árboles
con fósforos de infierno
mientras
el agua
convertida en granizo
derriba muros, mata
gallineros,
corre asustadiza la perdiz, se esconde
en su recámara el hornero,
la víbora atraviesa
cómo lento relámpago
el páramo buscando
un agujero, cae
un halcón
golpeado por la piedra celeste
y ahora
el viento de la sierra
gigantesco,
rabioso,
corre
por la llanura
desatado.
Es un gigantesco demente
que se escapó de un cuento
y con brazos en cruz
atraviesa, gritando, las aldeas:
el viento loco
ataca
los duros algarrobos,
rompe la cabellera
de los dulces sauces,
suena
cómo
una
catarata
verde,
que arrastra barricas y follajes,
carretas de cristal, camas de plomo.
De pronto
vertical
regresa
el día
puro,
azul es su madeja,
redonda es la medalla
del sol encarnizado,
no se mueve
una hoja,
las cigarras
zumban como sopranos,
el cartero
del Totoral reparte
palomas de papel en bicicleta,
alguien sube
a un caballo,
un toro muge,
es verano
aquí, señores,
no ha
pasado
nada.
Pablo Neruda