Alemania

La visita diplomática a China por parte de Olaf Scholz, canciller de Alemania, desató una intensa catarata de críticas de la Unión Europea.

El canciller de Alemania, Olad Scholz, recibió duros reproches por el encuentro que mantiene en China con el presidente Xi Jinping.

Junto al funcionario alemán viajan también empresarios de empresas como BMW, Siemens y Volkswagen.

Para la Unión Europea, la visita representa un retroceso en la lista de prioridades de la «hoja de ruta sólida» establecida.

Desde que arrancó el conflicto entre Rusia y Ucrania, los países de Europa iniciaron una lucha por la independencia energética.

Con la llegada de las bajas temperaturas, la energía se ha convertido en el Santo Grial que el viejo continente anhela.

Rusia, su principal proveedor de gas, mantiene una postura férrea respecto a la doble vara que utiliza occidente para los países orientales.

Que las naciones alineadas con Estados Unidos hagan la vista gorda ante situaciones similares a la rusa despertó el enojo del Kremlin. En respuesta, los cortes al suministro de gas se utiliza como moneda que negocia la paz.

Por otra parte, la Unión Europea busca alternativas entre los socios comerciales que existen en Latinoamérica y África.

En el medio de las dos posturas, existe China, un país que habla poco y hace mucho. En poco tiempo, la economía del gigante asiático creció a un ritmo sin precedentes. Los indicadores proyectados de crecimiento son tan altos que asustan a todo occidente.

Aprovechando la situación, Alemania toma un camino alterno al ofrecido por el bloque europeo que busca la compra conjunta de gas.

China mantiene cautela respecto al accionar ruso, convirtiéndose en una opción tentadora como proveedor de energía.

Sin embargo, la ideología continúa siendo el principal escollo que frena los acuerdos. El caso alemán es el mejor ejemplo ya que se le reprocha a Scholz sucumbir a la trampa china que ofrece tarifas baratas de energía. Para colmo, China logró comprar una buena parte del Puerto de Hamburgo.