Tras la derrota del actual oficialismo en las urnas, miles de bolsonaristas salieron a las calles para reclamar ayuda a los militares.

Los resultados de las elecciones presidenciales en Brasil dio como ganador a Luiz Inácio Lula da Silva.

Jair Bolsonaro, el perdedor, obtuvo un caudal de votos que divide al país virtualmente a la mitad.

Antes de que se conocieran los resultados, Bolsonaro adelantó que no reconocería las elecciones por considerarlas un fraude.

Guiados por las palabras de su líder, los fanáticos salieron a las calles para ocasionar disturbios y solicitar la intervención de la milicia.

Como resultado, un total de 150 rutas de Brasil fueron bloquedas mientras la policía intenta recuperar el control.

Las elecciones en Brasil desnudó un conflicto que se aprecia en distintas partes del mundo.

Como si la experiencia del nazismo no fuera suficiente, los bolsonaristas adhieren a la nefasta ideología.

Además de la quema de neumáticos, los manifestantes alzan la voz para reclamar a los militares que tomen las armas.

Como fenómeno social, la situación es digna de un estudio profundo. En Brasil, país del carnaval, conviven dos modelos de pensamiento antagónicos en donde los límites de la religión, la política y el sentido común son difusos.

Durante el gobierno de Bolsonaro, el país retrocedió a la época del oscurantismo, un período que seduce a una buena parte de la población.

En una parte de la vereda se encuentran quienes aún creen que la democracia es el camino mientras que en la otra está quienes piden la mano dura.

Los desafíos que Lula tiene para gobernar son enormes porque la economía es solamente uno de los tantos problemas. Reconciliar lo irreconciliable será el punto de partida de la nueva gestión.