En una reciente aparición televisiva, el Intendente Martín Llaryora comentó que se planteó la posibilidad de hacer un desagüe para evitar inundaciones en el Parque Sarmiento, y la contaminación del lago.
Cualquier ciudadano o ciudadana podría asumir que esto es otra obra pública más, pero en realidad supone otro capítulo más en la larga historia de los problemas del parque.
Un poco de historia:
El Parque Sarmiento, fundado en 1915, funcionó como un espejo de agua para evitar inundaciones en el centro, que en aquel entonces tenía una extensión de algunas cuadras, tres plazas y un par de iglesias.
Pero como el centro hizo cualquier cosa menos quedarse detenido en el tiempo, tuvo sus modernizaciones, ocurridas entre las décadas de 1940 y 1960.
En esta segunda modernización, correspondiente a 1960, aparecieron los primeros edificios de departamentos (que a diferencia de Buenos Aires, lo hicieron de una forma tímida), y con ello, se expandió la «frontera urbana» del centro.
Obviamente, toda expansión urbana conlleva sus problemas: Para el inicio de la década, surgieron los primeros reportes de vecinos que veían una acumulación de agua sucia en el lago del Parque Sarmiento, y para 1970 eran muchos los reclamos por el mal olor en las cercanías del parque.
Ideas y fantasías animadas del Palacio 6 de Julio
Para los años 80, empezaron los primeros estudios sobre una posible contaminación en el lago. Dado que los cordobeses son muy estudiosos, estos estudios desembocaron en otro estudio más para «impermeabilizar» el lago en 1990. La idea, pensada por el entonces Intendente Martí, consistía en colocar una capa de cemento en el fondo del lago, pero el proyecto no prosperó.
En 1993 se anunció un sistema de recirculación de agua, algo así como las fuentes decorativas de los jardines, pero este recién vería la luz del día en 1999, con la intendencia del Ucedeísta Kammerath.
Las obras de recirculación duraron poco, producto de la crisis económica, y no regresaron hasta el 2003, durante la intendencia de Luis Juez.
El anuncio de su regreso (hecho con bombos y platillos) tuvo menos duración que una publicidad de youtube, y las obras se detuvieron otra vez más.
La historia continúa en el 2010, estando el municipio a cargo de Daniel Giacomino, con la re-re-implementación de las obras de recirculación, sumadas a un aireador de agua, cuya implementación hizo que Córdoba se pareciera a Venecia – no por su carácter cosmopolita, sino por las inundaciones que generó.
Un tanto después, en el 2015, la gestión de Mestre puso en funcionamiento una máquina extractora de algas (que en realidad había sido prometida en los 90), la cual tuvo poca efectividad y que para colmo, casi se desploma sobre el lago.
Sin ánimos de tirar la toalla, el ex-Intendente puso a medio municipio a buscar soluciones biológicas y realizar intercambios con Alemania, Francia, Timbuktú, Walt Disney World y millones de otros países con nombres bonitos (por poco no llamaron a la NASA y Bill Gates), todo para luego descubrir que el problema no era por ahí.
¿Y ahora qué?
Con la llegada de la gestión de Llaryora, hubo un cambio de enfoque, los ingenieros urbanos sumaron 2+2, y empezaron a fijarse en los alrededores del parque.
No sabemos los detalles, pero imaginamos que el ingeniero vio que la calle tendía a bajar hacia el parque. Quizás habrá tirado un poco del agua de su termo para comprobar su teoría, y efectivamente fue así: Se dio cuenta de que el agua bajaba en dirección al lago.
Tras este monumental descubrimiento, salió galopando al Palacio 6 de Julio para comentarle de sus hallazgos al Intendente, quien al poco tiempo ordenó hacer un desagüe que redirija el agua al Río Suquía, evitando así la contaminación del lago del Parque Sarmiento, sesenta años después de que las y los ciudadanos denunciaran el problema.
¿Acaso esta será la solución que buscaban las y los cordobeses? Quizás en los próximos meses lo sepamos.
(Agradecemos la investigación hecha en el Show del Lagarto, que sirvió de inspiración para este artículo)