Cristina Fernández de Kirchner

El mes de octubre marcará los 39 años de Democracia ininterrumpida en todo el país, y si bien el país espera con ansias la llegada, el año próximo, del 40° aniversario del regreso de la democracia, algunos viejos dolores empiezan a reaparecer.

Particularmente, el fantasma de la proscripción política. Actualmente, en la Argentina ningún partido político -ya sea de izquierda, centro, derecha, arriba, abajo, ‘de la avenida del medio’ o de los costados- ha sido impedido de presentarse a elecciones.

Lo mismo pasa con los candidatos. Desde octubre de 1983, cualquier persona puede postularse como presidente, senador, diputado, etcétera. Hubo casos incluso hasta tan extremos como el de un candidato abiertamente neonazi, Alejandro Biondini, a quien no se le dijo absolutamente nada.

Aún así, y a casi 40 años de Democracia, el odio de un sector a otro hace que este mismo principio corra peligro.

La Causa Vialidad

El pedido realizado por el fiscal Diego Luciani, de 12 años de prisión para la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, resulta preocupante si se lo ve desde la óptica de la historia argentina: No solo se pretende encarcelar a una dirigente política, sino que se le quiere prohibir la futura participación en cualquier instancia -valga la redundancia- política.

El objetivo de esta nota no es sentarse a deliberar en torno al juicio o en la existencia o no de un delito de corrupción. Lo que se debate aquí es algo mayor y que afecta de forma importante al país en su totalidad.

Las proscripciones a candidatos populares no son nada nuevo. La Argentina padece este problema desde 1955, y en otros países latinoamericanos también se sufrieron. La constante en todas estas experiencias ha sido la misma: Un importante sector de la sociedad que queda despojado de alguien que los represente.

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Contrario a lo que piensan los promotores de la proscripción, esta falta de representatividad no constituye solo una pérdida para el Frente de Todos, es una pérdida para la Democracia. Una sola sentencia puede tirar casi 40 años de actividad democrática a la basura.

Hoy en día el término ‘partido judicial’ no se trata de una categoría tirada al azar. Al contrario, se trata de un hecho bastante real: Un Poder Judicial que en vez de responder al bienestar del país, sin hacer distinción de color político, termina tomando decisiones en base a determinados posicionamientos ideológicos.

Los procesos judiciales llevados a cabo contra Fernández de Kirchner a lo largo de los años ya fueron cuestionados por todos los ámbitos posibles a raíz de sus irregularidades y falta de transparencia (aspectos sobre los cuales no ahondaremos porque ese no es el propósito de la nota).

A esto se le suman los frecuentes encuentros, de carácter social, hechos entre varios de estos fiscales y magistrados con distintas figuras del arco opositor. Hoy en día decir que en la Argentina el Poder Judicial es independiente, es decir una mentira extremadamente burda.

El odio vence al amor

La posibilidad de que se lleve a cabo la proscripción es el caldo de cultivo perfecto para el germen de la violencia. Ya hubo enfrentamientos durante la noche del lunes entre sectores ‘K’ y ‘M’. ¿Vale la pena poner en riesgo la Democracia (y por consiguiente, las vidas de miles, quizás millones, de argentinos) solo para conseguir una ventaja electoral?

Si llegara a ocurrir la proscripción a Cristina Fernández de Kirchner, ese día marcará la muerte de la Democracia en la Argentina.