La miopía infantil es una tendencia que se observa a nivel mundial y que preocupa a médicos, padres y gobiernos.
A finales de 1980, los científicos empezaron a notar cambios significativos en la vista de las personas menores de edad.
Entre las poblaciones jóvenes, la dificultad para ver con claridad empezó a ser la regla en algunos países.
De acuerdo a las cifras de la OMS, 2.600 millones de personas padecen esta enfermedad.
En Singapur, país conocido como la «capital mundial de la miopía», más del 80% de la población padece algún grado de miopía.
Mientras que en Estados Unidos, el trastorno afecta al 40% de la población. El caso más alarmante se observa en países asiáticos en donde el trastorno alcanza al 97% de los infantes.
Si la tendencia continúa, la mitad de los habitantes del mundo serán miopes para el 2050.
Para colmo de todos los males, el estilo de vida contemporáneo, agregado a la pandemia y al genética, agregan leña al fuego.
Desde que nacen, niños y niñas se someten a la exposición prolongada de pantallas. La televisión, tablets y teléfonos celulares son el chupete electrónico por excelencia.
Pese a que los pediatras y especialistas en salud recomiendan reducir su uso, la realidad cuenta otra cosa.
En cuanto al Covid-19, el confinamiento provocó una serie de afecciones físicas, entre ellas el incremento de la miopía. La exposición a la luz del sol y al aire libre, fundamentales en el desarrollo adecuado de la visión, disminuyeron durante la cuarentena.
Aunque la enfermedad pasa desapercibida, los estragos en la vida social, física y emocional de niños y niñas son enormes.
Tendemos a pensar que con el uso de anteojos, el problema desaparece. Sin embargo, la frustración que produce no ver los objetos con claridad afecta la forma en que aprendemos y nos relacionamos con los demás.
Con las proyecciones en mano, los especialistas aseguran que los seres humanos enfrentaremos una pandemia de miopes más temprano que tarde.