Si eres una de las tantas personas que encuentra embriagante el olor de la nafta, existe mas de una razón que lo explica.

Los seres humanos tenemos algunos rasgos en común cuya explicación es un completo enigma.

De la misma forma en que algunos disfrutamos el que nos rasquen la espalda, existen otros que adoran ciertos olores.

Uno de ellos, el más común de todos es el del pan recién horneado cuya esencia la utilizan algunas panaderías para atraer a los clientes.

Entre los más raros se encuentran quienes disfrutan el olor personal, incluso el que puede definirse como nauseabundo.

El olfato, el más enigmático de los sentidos, es uno de los responsables de dicho placer.

La preferencia por ciertos olores inicia en la nariz, pasa por la conciencia y se manifiesta en el placer.

Si buscamos una explicación sobre la satisfacción inmediata que produce el olor de la gasolina encontraremos dos grandes motivos.

El primero se explica a través de la relación que nuestro cerebro establece entre el olor y un recuerdo grato.

Mientras que el segundo motivo explica el efecto que ciertas sustancias producen en el cuerpo.

En el caso de la nafta, son las partículas que libera la mezcla de hidrocarburos la responsable de la liberación de dopamina.

La inhalación de benceno, tolueno, xileno, entre otros compuestos, crean efectos parecidos al consumo de alcohol y drogas.

Oler este tipo de sustancias, algunas de ellas cancerígenas, de vez en cuando, no representa riesgo para la salud.

Sin embargo, lo recomendable es evitar inhalar este tipo de sustancias, aún cuando nos parezcan irresistibles.