Bischoff

A pocos días de su aniversario luctuoso, recordamos a Efraín Bischoff, un cordobés que supo amar la tierra que pisó.

Efraín Urbano Bischoff nació en la Ensenada de Barragán, un barrio de La Plata que hoy es ciudad.

El 30 de septiembre llegó a la vida de sus padres Isabel Paternal y Enrique Bischoff.

Buscando mejores aires que confortaran a Isabel, la familia Bischoff se mudó a Córdoba en 1921.

Cruz del Eje fue una de las primeras escalas. En ese lugar, el padre empezó a comerciar máquinas de coser.

Posteriormente, la familia se traslado al barrio de Alta Córdoba, un lugar que apasionó al pequeño Efraín. En uno de sus poemas, el recuerdo del barrio se traduce en «simple, callado y triste como un balcón de invierno».

En sus cientos de libros escritos podemos descubrir las huellas del amor profundo que sintió por Córdoba.

Fue un cronista del mundo visible y de todo un bestiario que habitaba cerca de La Cañada. También se ocupó de reconocer a los personajes que dieron origen a lo que hoy conocemos como «ser cordobés». Habló de arquitectura, de lugares extraños, de rituales funerarios, de metales, de la llegada de los españoles, de comida criolla y de supersticiones.

En las uvitas de campo, los alambrados, los paseos por el campo, los charcos, los almacenes y las empanaderas, descubrimos algunos de sus romances.

Bischoff fue un historiador, periodista, dramaturgo, escritor, compositor que tomó a Córdoba como tema principal. Escribió novelas, radioteatros y canciones de tango.

Generoso, supo rechazar el título de profesor, aceptando el deseo de aprender que le corría por las venas.

Vivió más de 100 años pero no pudo vencer la maldición del mes de agosto.

Hoy lo recordamos para que sus memorias perduren en la palabra y en los recuerdos de la ciudad a la que amo sin medida.