mineros

El 3 de agosto pasado, 10 mineros quedaron atrapados en un pozo clandestino ubicado en el norte de México.

Personal del ejército mexicano, rescatistas y buzos buscan de manera desesperada a 10 mineros desaparecidos.

La tragedia ocurrió hace más de una semana en una perforación clandestina ubicada en el Estado de Coahuila.

Un total de 10 trabajadores mineros quedaron sepultados bajo tierra tras el derrumbe de un pozo.

Mientras buscaban carbón, un derrumbe sobrevino después de que el agua del Río Sabinas inundara el lugar.

Hasta el momento, las tareas de rescate han sido infructuosas y la esperanza de vida disminuye con el pasar de las horas.

En el operativo se utilizó una cápsula de vida en cuya exploración no se pudo identificar a ninguno de los trabajadores.

A las tareas de rescate se unieron familiares de los desaparecidos, mientras se intenta drenar el líquido.

Sin comida, la esperanza de encontrar con vida a los mineros está puesta en la existencia de alguna burbuja de aire.

En la extensa cobertura de la noticia, sorprende el escaso análisis de la gravedad del caso.

Más allá de la urgencia por encontrar a los mineros, sin discusión alguna, la responsabilidad minera, ¿en dónde está?

Aunque algunos medios deslizan datos que reportan tragedias parecidas, no aparecen los nombres de las empresas responsables.

Los trabajadores se aventuran en las profundidades sin protección alguna y entregando, algunas veces, la vida.

Para quienes murieron, el dinero que cualquier empresa pueda entregar en compensación vale nada.

Hoy, 10 personas que esperan bajo tierra son el mejor ejemplo de la realidad.

Las empresas mineras amasan fortunas a costa de las modernas esclavitudes, amparadas pór gobiernos que hacen la vista gorda.