Besos

Existen razones suficientes que responden a la pregunta de por qué los besos producen un efecto erótico en el cuerpo.

Para empezar a dar con la respuesta, regresemos por un instante al recuerdo de la primera vez que nos dieron un beso.

También podemos volver al momento justo en que tuvimos nuestra primero encuentro sexual.

Salvo situaciones no deseadas, en esos dos momentos claves iniciamos el camino del beso como herramienta de deseo.

Desde nuestra niñez, los besos nos acompañan como una forma de amor, afecto y protección.

Pero la intención de besar, sumada a la fantasía, provocan en el organismo una catarata de reacciones químicas.

Todas esas reacciones varían de intensidad respecto a la persona que besamos así como el objetivo del beso.

Porque no es lo mismo besar a nuestros padres que a la persona que deseamos físicamente o quien compartimos intimidad sexual.

En cada beso, más de 30 músculos se activan, al igual que las hormonas encargadas relacionadas al placer, euforia y satisfacción.

El deseo intenso de besar se conoce científicamente como filemamanía y se hace presente cada vez que sentimos amor, atracción o interés sexual por alguna persona.

Besar nos reconforta, reduce el estrés y gratifica al cuerpo con sensaciones placenteras.

Besar nos calienta, erotiza y es parte fundamental en la relación, al margen de los convencionalismos sociales, civiles y de común acuerdo.

Aunque algunas veces se cree que no hacen faltas los besos en las relaciones sexuales, la realidad es otra.

El beso es tanto o más poderoso que cualquier coito. Con un beso se pueden alcanzar orgasmos sin la necesidad de penetración alguna.

En suma, el beso nos calienta porque activa en nuestro cerebro y en nuestro cuerpo procesos químicos, físicos y mentales satisfactorios.