acumulador

Existe una delgada línea que separa a la persona coleccionista de quien se convierte en un acumulador compulsivo de objetos.

La acumulación desmedida es un trastorno de la personalidad que afecta al 2,6% de la población del mundo. Se estima que la adicción acumuladora empieza durante la adolescencia y se profundizan en personas mayores de 60 años.

En paralelo, el coleccionismo es un pasatiempo que genera en el ser humano una sensación de placer. Significa encontrar la pieza de un rompecabezas inconcluso.

Ambos fenómenos, llevados al plano de la obsesión, convergen en un mismo punto patológico cuya frontera es difusa.

Una persona que colecciona figuritas, sellos postales, revistas o ropa puede, tranquilamente, convertirse en un acumulador.

La clave está en la forma en que los objetos se acumulan y el sentimiento que los mismos generan en la persona.

También son claves el orden y el miedo a perder alguno de los objetos.

Mientras que el coleccionista recurre a un sistema de almacenamiento, los acaparadores permiten que los objetos invadan los espacios.

Se han reportado casos extremos en donde las personas han quedado atrapadas dentro de una montaña de «recuerdos».

En países emergentes, el comercio de mercancías usadas abarrota galpones enteros. En esos casos, la acumulación se convierte en una práctica socialmente aceptada. Sin embargo, algunas de las grandes ciudades establecen estrictas normas sanitarias al respecto. Ahí, las autoridades intiman a los dueños de casa para que la vivienda sea despejada de toda suciedad.

Al ser considerado un trastorno, la compulsión acumuladora pasa desapercibida para quienes la padecen.

Es por ello que es importante reconocer en qué momento pasamos a guardar cosas sin una razón lógica. El ejemplo más claro que existe es el de la cantidad de ropa que guaramos en el placard que nunca nos pondremos, siempre bajo la esperanza de usarla en un futuro.