Japón

De acuerdo a las estadísticas reportadas en septiembre pasado, Japón lidera el ranking de los países más endeudados del mundo.

La deuda pública de Japón asciende a US$9,2 billones, el monto más alto de todas las economías.

Aunque el monto equivale al 266% de su PIB, los inversores extranjeros confían sus capitales en el país del sol naciente.

Cada vez que se explica la economía, los especialistas mencionan que hay tres tipos: la del mundo, la argentina y la de Japón.

En ese sentido, existen diversas razones que explican la forma en que funcionan las finanzas japonesas.

Desde el estallido de la burbuja inmobiliaria ocurrida en 1990, la deuda pública en ese país se disparó.

A partir de ese momento, la economía empezó a debilitarse, obligando al Estado a incrementar el gasto público.

Para el año 2000, la deuda externa superaba el 100% y en 2010, la cifra se duplicó.

En consecuencia, el gobierno implementó un plan cuyo objetivo principal se concentró en la estabilización de la economía.

El país empezó a colocar bonos en los mercados que sirven como garantía y por los cuales se recibe un interés porcentual.

Contrario a lo que sucede en la mayoría de los países en situaciones parecidas, el default nunca apareció.

Una de las razones que explican el inusual fenómeno es el bajo interés que el país entrega a los inversores.

Pese a que puede parecer poco atractivo, los acreedores resignan la rentabilidad por la estabilidad nipona.

Otra característica es que la deuda japonesa se coloca en yenes y no en dólares. Esta situación protege a su banco central de los descalabros financieros que ocurren en los mercados.

Completando el círculo virtuoso, el 90% de los bonos se encuentran en manos de inversores japoneses. Se trata entonces de una deuda que queda en familia.